Por: Carolina Contreras
Volcán centró mi atención en la Artemisa.
Cuando vi lo que hizo en su cuerpo, no pude dejar de mirar.
Era una planta que había empezado a entrometerse en mi vida, no de una mala forma, sino más bien manifestándose por diferentes lugares, abriéndose camino por espacios que después supe, ella misma había impulsado.
La primera información llegó a través de Emilia. Un mes antes de la biopsia que me hicieron en julio de 2020, ella me dio el contacto para comprar Salud Prohibida, el libro de Andreas Kalcker y ahí, además de descubrir un multiverso de posibilidades e información valiosísima, leí sobre la Artemisa.
Una planta impresionante y yo la estaba cultivando. Crecía hermosa en mis huertas pero, como tantas veces pasa, no había visto ese tesoro que tenía en el centro mismo de mi vida.
Solemos ignorar lo que se nos da con facilidad, lo que crece y reverdece sin ningún tipo de esfuerzo. Ignoramos nuestros dones naturales, los damos por sentado y nos obsesionamos con lo que tanto nos cuesta. Cuando percibimos esas malas mañas y las modificamos, empezamos a aprovechar eficientemente los recursos con los que contamos.
La hospitalización de julio de 2020 tuvo momentos muy intensos. Algunos de inmensa frustración —al oír la risa del médico en el que más confiaba cuando lo llamé a decirle que nadie me quería entregar los resultados de mis laboratorios y que la biopsia me la había hecho una residente sin supervisión—. Algunos de júbilo y florecimiento —al oír el reporte hablado del patólogo, lleno de efervescencia al describir que veía pocos indicios de inflamación y ningún indicador de rechazo—.
Entré directamente al cielo cuando oí que no había ningún indicador de rechazo.
Yo sabía que me la estaba jugando. Yo sabía, cuando decidí apostar por el cannabis y la dieta, que si mi capacidad de análisis no estaba lo suficientemente afilada y si mi intuición no estaba lo suficiente afinada, podía costarme la vida.
La intensidad y la emoción desinhibida en las palabras del patólogo confirmaron anhelos profundos de mi alma: sanarme, alejarme de la alopatía, estar tranquila, expandir mis conocimientos, ayudar y seguir viva.
Ahora sé que parte del propósito que tuvo la biopsia era que me hablaran sobre el Lupus y que me presionaran para hacerme 6 sesiones de quimioterapia en aras de evitar que siguiera progresando un Lupus que yo no tenía pero que me regaló una información divina.
LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
A finales de 2016, al poco tiempo de pasar por el trasplante, empecé a investigar todo lo relacionado con trasplantes. Métodos, procesos, tipos, procedimientos y medicamentos.
Vi que los resultados de la investigación sobre cannabinoides y trasplantes eran mucho más claros, prometedores y consistentes que la investigación que había sobre trasplantes e inmunosupresores.
El tema era que se usaban cannabinoides como recurso adicional a los protocolos de inmunosupresión que acompañan los trasplantes. El otro tema es que suelen usarse cannabinoides aislados y no extractos de planta completa, porque los primeros son estandarizables y replicables y los segundos no.
Prácticamente desde finales de 2008 yo no había vuelto a mirar nada relacionado con el Lupus. Cuando me hicieron la primera biopsia a mediados de 2007, ya me habían medido varios tipos de anticuerpos en diferentes laboratorios del país. Yo pagué un par de veces las pruebas en el instituto de reumatología de los Chalem, quienes me repitieron varias veces que no veían Lupus por ninguna parte.
Freddy Ardila, el nefrólogo que me hizo la primera biopsia, insistía que era Lupus y que la inmunosupresión debía empezar de una vez. Visité varios reumatólogos, repetí pruebas por meses y todos decían lo mismo: no vemos nada más que el daño en el riñón. Ninguna prueba de laboratorio ratificó el diagnóstico presuntivo.
Roberto D’acchiardy, el nefrólogo que me acompañó durante mi enfermedad, tampoco veía Lupus.
D’acchiardy, de cuando en cuando volvía a hablarme de corticoides e inmunosupresión y cuando revisábamos juntos los resúmenes de la investigación que versaba sobre inmunosupresión y enfermedades renales, no podía sino concluir conmigo que la evidencia no era persuasiva.
Cada año volvía a ordenarme pruebas de anticuerpos antinucleares, anticuerpos ena y proteína C reactiva, y, como siempre, las pruebas volvían negativas.
En julio de 2020, mientras estuve en la clínica, me midieron varios tipos de anticuerpos, algunos que no conocía, e invariablemente el resultado fue negativo.
Traté de explicarles que aunque era cierto que el Lupus y la diabetes podían dañar los riñones, no todos los daños renales eran por diabetes o por Lupus.
Mi querida lógica ¡cuánto se te extraña en la cotidianidad de los días!
Aún así, el equipo de trasplantes sólo hablaba sobre Lupus y, cuando salí, el nuevo diagnóstico infundado en la historia clínica me llevó a mirar cómo se estaba tratando, 12 años después, la susodicha.
Poco había cambiado. Inmunosupresión hasta rabiar. Sin embargo, la gran novedad, era que también se estaban usando antimaláricos y se esperaban mejores resultados.
¿Y qué sabía ya sobre la Artemisa?
Que era un desinflamatorio brutal, un anticancerigeno prometedor y el mejor tratamiento del planeta contra la malaria.
Si quería irme por el lado de los antimaláricos, nuevamente, apostaría por mis chicas.
Empecé a pasar tiempo con la Artemisa. Empecé a contemplarla, a mirarla, a indagar en sus campos sutiles, en sus energías y a crear un lenguaje mutuo de cooperación, porque así lo percibía.
Transversalmente, pasaba horas haciendo barridos por las bases de datos científicas. Había muchísima información.
Y en silencio preguntaba… ¿qué tendrás tú para mí, Artemisa misteriosa, diosa de tierras y animales salvajes y de la luna?
APLICACIONES EN LA VIDA
El potencial transformador de la Artemisa es inmenso, prácticamente infinito.
Lo vi en Volcán, el gatito que no salía de atrás de la nevera, que lloraba para moverse con la cola tiesa y arrastrando los pies para caminar en diminutos pasos. No saltaba, gemía y se quejaba.
Cuando el veterinario vio caminando a Volcán, inmediatamente supo que el gato estaba mal porque no levantaba la cola y tampoco la movía. Tras revisarlo, dijo que tenía que hacerle una radiografía pero que el panorama no era alentador. Con la radiografía se vio que tenía una fractura en el coxis, una fractura de vieja data porque ya estaba calcificada, lo que lo complicaba aún más. Nuevo panorama: mucho peor de lo que se esperaba porque el proceso natural de recuperación ya había pasado y había quedado la lesión. ¿Qué podíamos hacer? Rezar y pedir por él.
Después de un par de meses de darle Artemisa diariamente, Volcán empezó a hacer lo que nunca había hecho: cazaba, se subía al techo y corría por potreros en los que el pasto inmenso lo revelaba por instantes, según la longitud de los saltos y la cadencia del viento.
Lo vi en mí, en mi proceso de recuperación, en mi bienestar, en mi optimismo, en que el 2021 ha sido hasta ahora el mejor año de mi vida, el año en el que supe que no sólo había descubierto cómo sostener mi trasplante sin la alopatía sino que había encontrado nuevos recursos entre los que estaban una planta llena de poder, de esperanza y alegría. Esta historia también la contaban las cifras de mis exámenes que fueron pasando de 500 mg/dl de proteínas en la orina, a 75, a 25 y, en los últimos, a 15 mg/dl.
Lo vi en los ojos del doctor Carlos Benavides, ojos que brillaban con lágrimas inesperadas de ilusión, posibilidad y expectativa.
El último control telefónico que tuve con el equipo de trasplantes de la Cardioinfantil fue el 10 de diciembre de 2020. Fue tenso, rayando en lo insoportable y únicamente recuerdo algunas palabras del doctor Zúñiga:
— Ya te reporté con tu seguro y con la EPS, porque es inadmisible que no sigas las directrices que te damos. Has rechazado todas las alternativas.
—Puede reportarme con el presidente de la galaxia si quiere doctor Zúñiga, pero como ya hemos hablado otras veces, la experta número uno sobre mi cuerpo soy yo y no me motivan sus alternativas.
Después de eso, decidí no volver a los controles. Llevaba 6 meses “tratándome” una persona que nunca me había visto la cara, ni siquiera por pantalla. ¿Qué sentido tenía?
Cuando vi los resultados de los exámenes de este enero, decidí escribirle al Doctor Benavides —el trasplantólogo estrella de la Fundación Cardioinfantil—.
Me llamó cuando leyó mis mensajes.
— Carolina… ¿cómo está?
—Muy bien.
—¿Está tomando inmunosupresores?
—No.
—¿Quién la está tratando?
—Yo.
—¿Y cómo está?
—Regia.
—¿Me va a contar lo que está haciendo?
—Claro. Por eso estamos hablando.
Nos vimos a finales de enero, nuevamente, en la Cardioinfantil. Me saludó, me pidió los exámenes y abrió mi historia clínica. Copió los resultados que le interesaban y se quedó estudiando un rato algunas líneas.
—La compatibilidad con su hermana era del 50%. Tampoco se podría explicar por ahí. Evidentemente lo que está haciendo está funcionando. Por favor, cuénteme.
Vi esos ojos que brillaban al regocijarse en sus palabras:
— … es que si la Artemisa resuelve la fibrosis… si resuelve la fibrosis, el gran entuerto de la medicina… uno puede llegar a los niveles más extravagantes de inflamación y si no se genera fibrosis, no hay mayor problema… ¿Ha visto estudios en enfermedades autoinmunes?
—Sí, he visto muchos. Son espectaculares. —respondí.
—¿Ha visto estudios en trasplantes?
—Sí. Los resultados son cautivadores, además de interesantes. La mayoría están hechos con artemisoles sintéticos. Los resultados son sustancialmente más sólidos, contundentes y prometedores que los hechos con cannabinoides sintéticos. Por lo que conozco de las dos plantas, tienen propiedades lo suficientemente similares para decir que, como aprendimos con el cannabis, la planta natural es mucho más efectiva y suave que el mejor de sus competidores sintéticos.
—¿Estaría dispuesta a proporcionarme sus medicinas para hacer un estudio con los trasplantados de la Cardioinfantil?
Otro sueño de mi alma, que saltó radiante de entusiasmo y fantasía al oír esa pregunta. Una pregunta que superó mis más altas expectativas.
Fue una cita apasionante y reivindicativa.
A LAS PLANTAS, A MIS AMIGAS
Al luminoso reino de las plantas, hermanas del alma, aliadas de vida, tejedoras de sueños inmortales, de cuidado y amor y salud, quiero que sepan el honor que es recibir sus mensajes, servir, ayudar, traducir su magia, aportarla en dicha, anclarla en esperanza, en posibilidad, en el amor divino que somos todos, que vive en todos y que ustedes saben cómo hacernos recordar.
Gracias por tanta inspiración.
Gracias por tanto amor y tanta sabiduría.
Gracias por dejarme saborear lo numinoso en esta existencia divina.
Es un hallazgo extraordinario, la uso como me recomendaste y los resultados son inigualables!!
Gracias Caro hermosa!!!
Siempre es un placer leerte amiga querida. Tu proceso ha sido admirable. Y gracias a ti, también amo a la Artemisa y doy fé de sus increíbles poderes.
Una de las cosas más maravillosas de mi vida es tenerte como amiga. Gracias por apoyarme siempre, mi doctora preferida!
Que belleza! Y qué claridad tu narración.
Te felicito el que compartas tu experiencia.
Eres una generosa valiente.
Abrazos!!
Gracias Emilia. Me encanta escribir y yo he aprendido mucho de las historias de los demás. Entonces, me hace feliz contar lo que me ha pasado para que otros puedan ver diferentes alternativas. Qué hermosas palabras.
Un abrazo!
Como tú, bendita planta, yo quiero
Muchas gracias! Que así sea. Claro que si!
Esto me llena de esperanza